23.2.06

Catazajá

Sabe que el paisaje es diferente para sus ojos, desde que aparecieron las cataratas: más opaco, pues la enfermedad pareciera haberle incrustado un prisma de cristal de roca en la vista; ahora lo mira apenas abocetado. Y no se cansa de observarlo.
Por la rutina del campo, es el primero en enfilarse al pie del estribo del camión, “QUE TENGA USTED UN BUEN VIAJE”, que lo traerá al Distrito Federal, a consulta con el doctor.
Es que un gobernador era de allá —dice, extendiendo unos brazos como ramas añosas al manotear— y por eso la laguna siempre tiene agua, está verde el campo, se da tortuga, se da lagarto pequeño, se da trucha —dice lanzando al aire el anzuelo de la tempranera conversación.