Y sigue la vaca dando. Sólo que algunas de las pertenecientes al hato del
cow parade son de mercachifles: qué hace una vaca serrana, desjarretada, anunciante de chicles
(holy cow!) con la minoica de Beatriz Ezban, por citar sólo dos ganaderías antitéticas. Esto es, en un desfile artístico habría que preguntarse hasta dónde una vaca meramente punteada, sí, comporta una propuesta y otra, llena de plasticidad como la abstracta citada antes, exige más del espectador. De qué establos hablando.
Los organizadores si bien en otros países han dejado una buena documentación sobre los desfiles, aquí han descuidado no solo la disposición y mantenimiento de las vacas (tanto peca el que pinta la vaca como el que le amarra la pata) como, incluso, la página web que, a la fecha, sigue prácticamente en blanco.